En el mes de mayo en Ibiza siempre hay una cita ineludible con el medievo y la historia. Las calles de los barrios de Dalt Vila y la Marina, del 9 al 11 de mayo, retroceden varios siglos en el tiempo.
Se llenan de ropajes medievales, domadores de aves, artesanos, mercaderes de todo tipo, jabones, especias y grandes espectáculos que incluyen música, baile, teatro y malabarismo. Una fascinante mezcla de colores y olores que nos transporta a otra época y que nos permite ver la ciudad antigua, que está declarada como Patrimonio de la Humanidad, con otros ojos.
Cualquier hora es buena para acercarse a la Feria Medieval, que dura tres días, aunque si se quieren evitar grandes aglomeraciones lo mejor es visitarla por ejemplo al mediodía. Aparte de artesanía, espectáculos, animales y especias, en la feria podemos encontrar también deliciosas viandas, por lo que conviene subir con hambre para poder degustar todo lo que el medievo nos ofrece, desde todo tipo de quesos hasta platos como el pulpo a la gallega, kebaps, dulces árabes, rejillas de chocolate o deliciosos crepes, solo por poner algunos ejemplos.
Pero no solo de pan vive el hombre y la Feria Medieval ofrece numerosos espectáculos. Hay uno grande de inauguración y después se ofrece un nutrido programa en el que podremos disfrutar de teatro callejero, música y todo tipo de bailes y acrobacias. Además, siempre hay un sector dedicado a la artesanía ibicenca, en el que también se pueden apreciar los trajes típicos de la isla.
Lo mejor es subir hasta Dalt Vila caminando, aunque otra posibilidad es tomar un bus que nos lleve hasta la Catedral, desde donde podemos ir bajando sin tanto esfuerzo para nuestras piernas. Se recomienda calzado cómodo y ropa ligera, puesto que las temperaturas suelen ser altas.
La UNESCO declaró Patrimonio de la Humanidad la acrópolis de Dalt Vila (el casco antiguo), las praderas de posidonia oceánica y la necrópolis fenicio-púnica de Puig des Molins y el asentamiento fenicio de sa Caleta en 1999. Desde entonces se celebra esta feria, para festejar la consecución de esta distinción. Una fiesta que acogen con entusiasmo tanto los residentes como los turistas y que recibe cada año a más de 100.000 personas.
